viernes, 10 de marzo de 2017

Historias por la igualdad


—¿Es que no sabes qué día es hoy?

Se quedó mirándole empanado, sin saber qué contestar.

—No es tu cumpleaños. Ni el de mamá.

—Pues claro que no, tonto. ¡Hoy es el día del hombre!

—¿Eh?

—¿Es que acaso no sabes qué es?

—Pues no.

—Ocurrió allá por el 2132. Un grupo de hombres decidió ponerse en huelga para protestar sobre sus penosas condiciones de trabajo en una fábrica de carpintería. Exigían una reducción de la jornada laboral, mejores salarios y derechos de voto. No consiguieron mucho, pero, gracias a ello, lograron el sufragio universal para todos nosotros, más adelante, y, además, consiguieron que la ONU lo institucionalizara como día internacional unos años más tarde.

—Pero, ¿Es que acaso antes no podíamos votar?

—No. Solo podían hacerlo las mujeres, y no todas. Al principio, solo las más ricas y poderosas. Posteriormente, anunciaron que podrían hacerlo todas. Nadie se acordó de nosotros.

—Pero eso es injusto.

—Eso es lo que tenemos que tratar de cambiar. Y está en tu mano hacerlo.

—¿Y cómo podría ayudar yo, siendo tan pequeño?

—Tú por ahora no puedes hacer mucho, aunque sí deberías conocer cuáles son las formas de discriminación hacia las que nos enfrentamos, tan solo por el hecho de haber nacido hombres.

—Explícamelas.

—¿Recuerdas a Javier, tu primo? Él quería estudiar, ir a la universidad. Tu tía no lo dejó ir, alegando que no estaba lo suficientemente capacitado intelectualmente para ello. En su lugar, tuvo que aprender a jugar al fútbol. Otro ejemplo podría ser el del hermano de tu amigo Daniel. ¿Recuerdas que estuvo mucho tiempo en el hospital porque estaba enfermo?  Lo que le ocurría es que todo el mundo le decía que estaba gordo. El pobre dejó de comer y comenzó a inyectarse anabolizantes para tener más músculo. Ahora está rehabilitándose.

—Daniel me dijo que estaba en el hospital porque no podía comer, no porque no quisiera comer.

—En realidad sí podía. Lo que ocurría es que la sociedad lo obligó a dejar de hacerlo, con sus comentarios y sus miradas. La presión que sentimos nosotros de ser siempre perfectos no siempre es buena.

—¿Qué más formas de discriminación hay?

—Por ejemplo, ahora mismo yo estoy en casa cuidando de ti mientras mamá está en el trabajo. Ella no viene hasta la hora de cenar, y cuando lo hace, debo tenerla preparada con algo que le guste, porque si no, se enfada. Además, tengo que haber hecho la compra y limpiar la casa, todo eso mientras voy a buscarte al colegio y te llevo a actividades extrascolares. Mamá tan solo se dedica a observar una pantalla de ordenador en una oficina.

—¿Pero tú puedes trabajar si quieres, no?

—Sí, sí que puedo. Pero si lo hago en una empresa privada, cobraré de media un 20% menos que si mi trabajo lo hiciera una mujer. Y, si quisiera trabajar en el gobierno, lo tendría aún más difícil, puesto que nuestra representatividad es inferior al 45%. Y, si quisiera ser presidente, debería romper el techo de cristal que se me autoimpone tan solo por el hecho de ser un hombre.

—Menuda injusticia.

—Y tanto. Y, además, es mamá la que decide cómo se organiza el presupuesto del hogar, la que decide en qué debemos gastar el dinero.

—Pero tú eres el que hace la compra.

—Sí, pero con el dinero de mamá. Y, por último, no debemos olvidar la forma de discriminación más importante: la violencia feminista. Consisten principalmente en agresiones verbales hacia nuestra persona, degradándonos como si nosotros valiésemos menos que ellas. Muchísimos hombres se suicidan al cabo del año al no poder aguantar la presión autoimpuesta por este tipo de agresiones. De hecho, conozco a algunos de ellos que están asistiendo a grupos de apoyo para tratar de volver a la normalidad en sus vidas como si esto no hubiera sucedido.

—Todo esto es demasiado fuerte para ser verdad.

—Ya lo creo, hijo. Venga, vete a hacer los deberes, que dentro de un rato llegará mamá y todavía no he limpiado los cristales.

¿A que esto resulta absurdo? Pues ahora dale la vuelta y cambia los roles de género.

Por un mundo en el que la igualdad sea una realidad y no un producto imaginario en la mente de muchos.


#Historiasporlaigualdad

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